Cuando el amor era una ráfaga de fuego en el océano, me susurraste
al oído: “Tendremos una mascota escondida en el pantano”. La llevaríamos a
pasear por la plaza cuando su padre no nos viera, donde la madrugada nos ofrecería
un refugio cálido para evadirnos de la abrumadora responsabilidad del día. Le daríamos de comer, acariciríamos su anfibia piel y afilaríamos sus colmillos, mientras la
Luna nos mirara con esa complicidad eterna que sólo los astros pueden tener.
Aunque lo sabíamos desde el principio,
no nos importó: el animal crecería e intentaría devorarnos; y aquella tarde de agosto,
mientras masticaba nuestra carne con voracidad, en un instante de lucidez gutural,
posó sus ojos en nuestras pestañas, y con sus pupilas dilatadas juró que jamás nos
olvidaría.
Antes de morir, nos abrazamos
fuerte y le creímos. Él sació su apetito y se sumergió en las profundidades del
río.
(Uno, dos, tres, probando. A ver si todavía funciona esta cosa, querido blog abandonado, espero que no nos hayas extrañado demasiado, prometemos cuidarte un poquito más. Es verdad, ya sé que "Facebook" esto y que "Twitter" lo otro, pero en lo más profundo de nuestro corazoncito seguís siendo nuestro preferido. Así que acá vamos, no lances tu ira vengativa hacia aquí, por lo menos hasta que termine estas bonitas palabras...)
Llegado hace unos días desde Mar del Plata, aquí se reporta el KDS David, que no será miembro fundador como Vitamina, pero fue lo máximo que pudo costear el presupuesto festivalero, que incluyó un hospedaje sin gas ni agua caliente en las afueras de la ciudad (más precisamente en Acantilados), traslado vía el Rápido del Sur a cargo del redactor (aunque se quedara dormido y misteriosamente abriera los ojos en la desolada terminal de Miramar a las tres de la mañana) y un suculento desayunomeriendacena en La Nieve, nada de Montecatini ni La Fonte de no sé que mierda, auspiciantes oficiales del Festival.
Día 1 (miércoles 9)
La película encargada de abrir mi grilla fue Boleto al Paraíso, de Cuba. Lo primero que pensé cuando salí de la sala fue: "cuando algo arranca mal, es probable que continúe peor". Las actuaciones esquemáticas y los momentos previsibles del principio preparaban el terreno para un desenlace similar. Sin embargo, lo inesperado oucrrió, de la mano de situaciones ridículas, para convertir el verosímil de "adolescente abusada por el padre que corre y escapa" en un mamarracho indescriptible, que termina en una terraza con la parejita protagonista en un encuentro amoroso que causa risas sin ser una comedia.
Pobreza, hambre, SIDA, Cuba y rock, todo en la misma licuadora cruel, para crear un cóctel vomitivo no aconsejable para espectadores con deseos de encontrar una historia con un guión sólido. Las actrices de la película podrían ser lo único positivo para rescatar, porque hacen lo posible para llevar las riendas del caballo descerebrado que les tocó interpretar. Ojalá tengan mejor suerte la próxima.
Seguí mi recorrido en el Ambassador, sala con pantalla gigante, pero con butacas hundidas casi debajo del nivel del mar, para presenciar Tyrannosaur, lástima que me quedé muy, pero muy dormido durante la proyección. La escasez de sueño durante el viaje en micro no me venció en el bodoque cubano anterior, pero me aniquiló en la inglesa que prometía, opera prima de Paddy Considine, a quien recuerdo con cariño por un gran clip de los Arctic Monkeys (cuya actriz, ahora que lo vuelvo a ver, es la protagonista Tyrannosaur) y por su personaje en Dead Man's Shoes (exhibida en Mar del Plata '05, en la fallecida sección Cerca de lo Oscuro). Creo que no ronqué. Por suerte, tuve rápido mi revancha...
...porque un rato más tarde, ya con los ojos bien abiertos, vi el fabuloso tándem Gremlins I y II, con el mismísimo Joe Dante ahí para presentarlas. El Auditorium albergó a un público enardecido, que vitoreó al director, río estrepitosamente y aplaudió a rabiar varias de las escenas de las películas. Hacía mucho tiempo que no las veía, nunca las agarré a las dos juntas, y pienso que Gremlins II es una de las mejores secuelas de toda la historia. Pura anarquía cinematográfica, les recomiendo que desempolven sus viejos VHS, o busquen entre sus DVD, a la genial Gremlins II. Debo admitir que viajé con un Gizmo en la mochila (propiedad del KDS Ulises), pero no tuve el coraje suficiente para revoleárselo a Dante mientras hablaba, y pedirle una firma en su orejita.
Día 2 (jueves 10)
Arranqué para el orto ese día. La misión Gizmo quedó completamente anulada porque llegué tarde para la Master Class de Dante, por culpa del accidente que me llevó a tierras miramarinas el día anterior. Y sí, me volví a dormir en una película. Un tipo sueña con una mujer desnuda que se introduce en la boca de un cocodrilo. Así comienza L'Exercice de l'État. Después de esa escena, el limbo. Sólo recuerdo fragmentos inconclusos que no puedo conectar entre sí. Ojo, vi un par de escenas, sé que el público se río un par de veces, hay por ahí una buena secuencia de un accidente automovilístico, y no sé más nada. Un fiasco como cronista, lo sé, pero les juro que no volverá a pasar. ¿O sí?...
Low Definition Control: Malfunctions #0 es un ensayo audiovisual que analiza el uso de las imágenes, por medio de las empresas o el Estado, para controlar a los individuos, a través del poder que despliega la información extraída de cada uno de ellos. Dividida en capítulos, se basa exclusivamente en un relato guiado por las voces en off de diversos académicos (ninguno conocido), que hablan arriba de las tomas de cámaras de seguridad, una y otra vez, todo el tiempo, hasta el final. A pesar de que la tesis del film intenta reflexionar sobre un tema muy vigente, que será más conflictivo aún en el futuro, la forma en que lo hace torna el documental en un bronce denso, imposible de fundir. Es curioso que un trabajo que habla de la potencia de las imágenes las deje tan relegadas en segundo plano, para darle la responsabilidad narrativa a las palabras, que van y vienen, se chocan y entremezclan, abandonadas en la sopa de espectros visuales de baja resolución.
Verdades Verdaderas. La vida de Estela es un título horrible. Cacofónico y determinante. A pesar del fallido nombre, la película sale a flote, con un piloto automático narrativo que no se luce, pero tampoco cae en el uso propagandístico del medio cinematográfico (algo que podrían haber pensado aquéllos que fueron en búsqueda de un neopanfleto kirchnerista) ni en los golpes bajos que siempre están a mano en este tipo de biopic. Susú Pecoraro está impecable en el rol de Estela de Carlotto, y el resto de las actuaciones no desentonan. Por otra parte, fue muy raro ver el momento en el que la protagonista se entera que su hija fue asesinada, sentado a un par de butacas de distancia de la mujer que lo vivió en carne propia. No creo que me vuelva a pasar algo así en una sala de cine.
El cierre de la jornada estuvo a cargo del loquito de Sono Sion y Himizu, un film que te sumerge en un Japón devastado post tsunami, reflejado en las familias recontra disfuncionales de Sumida y Chazawa, dos adolescentes de 14 años. Chazawa está perdidamente enamorada de Sumida, se reconoce como "stalker" oficial del joven y lo persigue sin darle respiro. Detestable y querida a la vez, su personaje es el que le da sacudones al relato, lo tironea, lo trae de acá para allá, corriendo bajo la lluvia. Después de grandes dosis de violencia familiar, diálogos a los gritos y cachetazos de haikus, Himizu termina con un bellísimo plano secuencia de los chicos, llorando de optimismo y resignación.
Día 3 (viernes 11)
Lo que más me importaba en ese momento era que lleguen las 11 (de la noche) del once del once del once, para ver Juan de los Muertos. La primera elección del día fueTatsumi, una biopic sobre el historietista japonés Yoshihiro Tatsumi, que revolucionó la vida de los mangas, precursor del género Gekiga. Acá vemos la transformación de un artista, que pasa de dibujar para niños a bucear por el sórdido mundo de los adultos, con sus traumas, deseos, placeres y frustraciones. Por momentos, me hizo acordar a American Splendor, la vida de Harvey Pekar. A través de los relatos de sus cómics, sus dibujos toman vida y son animados en el film, que funciona también como un repaso de la historia de Japón durante el siglo XX. El dibujante en plena conversión hacia el Gekiga, un hombre con problemas maritales, una prostituta melancólica y solitaria; esos son algunos de los protagonistas de los cortos que integran el largometraje.
El director de La inocencia de la araña presentó su opera prima en la sala Colón, junto con las niñas protagonistas y la otra actriz principal. Allí dijo que no se había autocensurado y que escribió un guión lo más libre posible. Después de la proyección, no tuve esa sensación, sino todo lo contrario. Dos alumnas de 13 años, enamoradas de su nuevo profesor de Biología, hacen lo imposible para que éste deje de salir con la "perra", la profesora de Educación Física, y sea solamente de ellas.
Aunque por momentos cause gracia la dupla de niñas obsesionadas con el profe, se nota mucho su falta de experiencia detrás de las cámaras, porque sus diálogos parecen leídos, rígidos y acartonados. Después de un rato, uno se acostumbra a ese registro verbal, pero al principio resulta bastante incómodo, porque no las palabras no fluyen con espontaneidad de sus bocas. Otro problema del relato es que se llega a un punto en el cual el espectador no tiene que ser muy astuto para develar qué pasará después. Muerta la intriga, la curiosidad cae en un pozo demasiado profundo para los protagonistas adultos (Gil Navarro me parecía un buen actor, pero acá no se nota su destreza) y el dúo infantil. A pesar del intento, siento que el humor negro se queda muy a mitad de camino, como si no se hubiera animado a apretar el acelerador a fondo.
Juan de los Muertos superó mis expectativas. Estaba preparado para ver una película exótica de zombies, simpática, algo graciosa, bizarra y medianamente entretenida, pero me encontré con una gran largometraje, muy bien filmado, hilarante y divertido. Juan de los Muertos funciona a la perfección porque entiende desde el principio qué es lo que quiere y nunca se aleja de su objetivo.
Si alguien dijera que es una remake isleña de Shaun of the Dead, no me sorprendería, porque maneja el mismo humor y timming narrativo, aunque la británica tiene un montaje más desaforado. Ambas comparten una incorrección política total en los chistes, sin importarles a quiénes pueden perturbar con el comentario fuera de lugar. Por eso los personajes no se alteran cuando muere un viejo, se muestra una pija para reforzar un gag o aparece un travesti matazombies que putea como se le cantan los huevos.
El casting es otro acierto del director argentino Alejandro Brugués, porque cada uno de los actores se calza la ropa de sus personajes con precisión, como si esos trajes estuvieran hechos a medida. La elección de Alexis Díaz de Villegas en el papel de Juan es el ejemplo principal del genial trabajo de casting.
Día 4 (sábado 12)
Burning Heads es un drama familiar made in Grecia, con madre sobreprotectora, hermano esquizofrénico, hijo "normal" y novia del hijo normal que trata de acoplarse al hogar ajeno. Es uno de esos relatos clásicos que cansan. La película no tendría sentido sin el esquizofrénico, porque todos los conflictos de la historia giran en torno a su personaje. ¿Vivimos con el loco o lo internamos en el neuropsiquiátrico?, es la pregunta que intentar responder la película.
Antes de la película principal, se pasó un cortometraje chileno llamado Otoño, historia de dos amigas que andaban en bicicleta, con pocos diálogos, minimalista, aburrida. Después fue el turno de Dragonslayer, un documental que nos muestra la vida de Josh "Skreech" Sandoval, un skater que es acompañado por sus amigos y su novia (mientras la cámara lo sigue a todas partes) durante una gira en búsqueda de campeonatos de la actividad y casas abandonadas con piletas sucias, para vaciar y patinar. Fragmentada en 11 capítulos, a medida que pasa el tiempo emerge la sensación de que estamos ante un personaje bastante vacío, sin mucho para brindarle a su propia película, con una noviecita que está más cerca de ser una planta que una persona, y sólo se espera que el final llegue lo más rápido posible. Se puede reconocer que el director se ubica en una distancia adecuada, donde no enaltece ni humilla a su personaje, y simplemente lo deja ser delante de las cámaras. Quizás esa sea su mejor virtud.
La gran cantidad de personajes de Slacker no paran un segundo de hablar. Jamás le dan descanso a sus cuerdas vocales. Lo que dicen afecta un amplia gama temática: teorías conspirativas sobre el asesinato de JFK, la responsabilidad de los votantes de Bush padre, un Pap de Madonna, Guy Fawkes, filosofía arriba de un taxi, y mucho más. Vacíos llenísimos, los relatos construyen un gran Frankstein que representa con fidelidad la mirada ecléctica de su director, Richard Linklater.
El único problema de Slacker es que después de un rato, cuando los personajes entraron en el circuito de charlas (A habla con B, luego se va, conversa con C, hasta que llega D, les cuenta algo, se va, la cámara lo sigue, y se encuentra con E, así hasta llegar a Z, sin volver nunca por otra letra del abecedario), esta fórmula matemática se hace un poco repetitiva. Sin embargo, ¿a quién le importa eso, si los diálogos dispersos nos siguen atrapando? Slacker es la prueba de todo lo que se puede hacer sólo con una cámara, varios amigos con ganas de hablar, y un gran stock de ideas disponibles para filmar.
Kill List trata sobre dos amigos, con un pasado en los servicios soviéticos, que vuelven a la actividad después de estar un tiempo alejados de las costumbres sicarias. El clima del film va in crescendo, pasa de la violencia verbal a la física, de los balazos a sangre fría al gore explícito, mientras deja semillas de misterio por todas partes. Sin embargo, a pesar de lo crudo y truculento del desenlace, me sentí un poco defraudado porque de repente empezaron a crecer arbolitos de especies que no habían sido sembradas en el hermoso campo de la violencia british que desplegaba Kill List. La aparición de elementos no plantados previamente me generaron esa molesta sensación cinematográfica, vulgarmente conocida como vuelta de tuerca al pedo. De todos modos, vale la pena verla, aunque desbarranque un poco en el final.
Plaga Zombie: Revolución Tóxica es el fin de la mítica trilogía zombística de Haedo. En relación a las anteriores, hay una notable evolución en efectos especiales, en la calidad de la imagen (respeta la estética del VHS inicial con un HD retocado, en formato 4:3) y sobre todo en el diseño del sonido. Los diálogos en ese falso español neutro aún me resultan un poco chocantes, porque los personajes no sienten ese idioma forzado, y a veces se nota que les cuesta interpretarlo. Pienso que en un argentino furioso habría quedado mucho mejor. Sin embargo, fue la opción seleccionada desde el comienzo y debían respetarla. Acá también podemos observar las diferencias que hay con Juan of the Dead, porque mientras la película cubana prefiere poner el acento en el humor, la saga argentina se centra en una aventura de amigos, amparada en un bizarro universo de ciencia ficción, pero con gags que no funcionan del todo bien, excepto por la relación entre Junior (el zombie bueno) y Max, el "cerebro" del grupo, que se completa con Bill, el héroe, y John West, el rudo.
En el musical de cierre, que es una maravilla, nuevamente se pone en manifiesto la importancia de la camaradería entre el tridente de protagonistas. Quizás ese es el mensaje más fuerte que nos deja la trilogía, más allá de los desmembramientos de carne putrefacta y los borbotones de sangre que salpican los rostros de los héroes. Lo que persiste, por sobre todas las cosas, es la amistad. (No puedo olvidarme de mencionar los zombiecameos de Liniers y Pablito Floriani, una de las mentes creadoras de la serie de culto Sapo y Vaquero)
Día 5 (domingo 13)
La última jornada se exhibían las películas ganadoras de premios, en funciones que se agregaban ese mismo día. Para el principio del fin elegí arrancar con Films of Fury: The Kung Fu Movie, un documental muy divertido que repasa toda la historia del Kung Fu en el cine. Basada en imágenes de películas y la voz en off que dirige el relato, demuestra que no son necesarios los testimonios de los protagonistas, porque lo que verdaderamente importa son sus escenas de patadas voladoras, piñas certeras y luchas épicas. Bruce Lee, Jackie Chan, Jet Li, Steven Seagal y muchísimos más pasan por el documental, que también hace una exhaustiva revisión por todos los subgéneros que se desprendieron del Kung Fu; desde las comedias de Stephen Chow hasta el "Gun Fu", que mezcla artes marciales con disparos en la cabeza.
Como en muchas historias circulares, el final remite al principio. Por eso volví a enfrentarme con Tyrannosaur, esta vez sin ser derrotado por el sueño. Recién en el plano final me di cuenta que la película mantiene el mismo espíritu, clásico y melancólico, de las películas de Clint Eastwood. Acá el protagonista es un tipo malhumorado, ermitaño y violento, pero muy en el fondo esboza señales de dulzura y sensibilidad, que de pronto funde su vida con la de una mujer católica y tranquila, opuesta a él. El debut de Paddy Considine se llevó el Astor de Plata por Mejor Guión, una Mención Especial del Jurado y merecidos aplausos en su última función. Tyrannosaur me llevó a pensar porqué algunos relatos clásicos funcionan a la perfección y otros se hunden en el fango del aburrimiento y la mediocridad. Todavía no tengo la respuesta, pero conozco a alguien que sí la tiene: Clint Eastwood.
Uno de mis sueños cinematográficos es usar un lanzallamas en un rodaje. Si me decían que iba a ver una película que tuviera uno y no me iba a gustar, no lo hubiese creído. Porque Bellflower arranca bastante bien, chico conoce a chica, se enamoran, tienen su primera cita, comen grillos, todo muy lindo. Sin embargo, hay un quiebre descolgado en la historia, todo lo que era blanco se transforma en negro, repentinamente. Ahí el relato empieza a perder fuerza y credibilidad, los personajes que eran queribles ya son bastante detestables, y el único que se salva de la masacre de los modelos actanciales es el mejor amigo del protagonista, porque es fiel de principio a fin a sus convicciones: construir el gran Medusa con lanzallamas para luchar contra el Apocalipsis.
La última película del itinerario es la otra programada de Sono Sion, Guilty of Romance, que empieza como un thriller de asesinatos, con maniquíes semi-humanos, y de poco muta en un melodrama descarnado, que sigue la vida de una mujer conservadora, sumisa a su esposo famoso y escritor. Detrás de las capas superficiales de la vida de los personajes se esconde el espectro de lo real, aquello que empuja desde el inconsciente, muy despacio, hasta que logra asomar su cabeza al exterior, con violencia, sexo y dolor. Sion filma esta metamorfosis con precisión y crudeza, yendo hasta el fondo del conflicto, para retratarlo desde su esencia.
Hasta aquí llegaron las palabras sobre el Festival. Cuando llegué a casa lo primero que hice fue poner a bajar Melancolía, del nazi Lars, porque no conseguí entradas allá. También me revisé entre los DVD para ver dentro de poco Love Exposure, Noriko's Dinner Table y Cold Fish, otras películas de Sion que todavía no vi. Será hasta el año próximo.
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Ulises es un tipo aburrido, monótono y triste. Vive solo, desayuna solo, duerme solo....hasta que recibe la inesperada visita de un pequeño viejo amigo que jamás lo abandonará.